Un buen día ya veremos: Madame Butterfly y el Colón como símbolo

Un buen día ya veremos: Madame Butterfly y el Colón como símbolo

El Teatro Colón continúa siendo el hogar de todos y todas que se conmueven con la estética del arte.

Madame Butterfly es una joven japonesa de 18 años quien vive esperando el día que su amado retorne. El argumento transcurre en Nagasaki en 1900. Pinkerton, oficial de marina estadounidense, se casa con Cio-Cio San a quien apodan “Butterfly”, mariposa en inglés. El oficial encuentra que ese matrimonio celebrado según las costumbres de Japón resultan el umbral de un “verdadero” matrimonio que posteriormente llevará a cabo en los Estados Unidos de América. Sin embargo para Cio-Cio San esa unión le significa una singular entrega y un compromiso de por vida.

Luego de esa boda y de la consumación matrimonial Pinkerton parte. Pasan tres años sin que la joven reciba noticia de él. Ella aguarda el día que su amado regrese para presentarle su hijo, fruto de ese breve encuentro. La espera confiada y también ingenua es el marco del aria principal de esta ópera Un bel di vedremo (Un buen día ya veremos): Algún día veremos…un humo, el del buque esperado, elevarse en los confines del mar. Y efectivamente llega. Y la realidad desilusiona cruelmente a la joven  enamorada. El buque lo trae a Pinkerton quien está acompañado de su legítima esposa, una estadounidense. 

La puesta magnífica de Madame Butterfly en el Teatro Colón subraya en esta versión, la importancia del tema de la caída social y el empobrecimiento de Cio-Cio San. Se visibilizan los aspectos socioculturales que provocan la creciente mortificación de la protagonista y el desenlace trágico de su historia. El machismo que ella sufre de ambas culturas –la japonesa y la norteamericana- y el racismo explícito de Pinkerton, se encuentran en el centro de la escena. Ese matrimonio no es más que un simulacro y Butterfly resulta abusada. Los espectadores comprenden la tragedia anunciada desde el comienzo, como así también comparten la ilusión de ella que la cree. Cio-Cio San piensa que todo es real. 

La puesta magnífica de Madame Butterfly en el Teatro Colón subraya en esta versión.

Butterfly accede finalmente, con su corazón desgarrado, entregar su hijo a Pinkerton. Se despide del niño, se aísla y enloquecida de dolor, se mata con el puñal del padre que lleva grabada en su empuñadura “Que muera con honor quien no puede vivir con el honor”. Juan-David Nasio, psicoanalista argentino, en “Arte y Psicoanálisis” (2015, Paidós) nos relata esta ópera en tres actos de Giacomo Puccini en función de la voz y su importancia en el psicoanálisis; Livia Sabag, Directora de Escena, nos señala la pobreza, el riesgo y el abuso de una tragedia anunciada; no es sólo el amor que se pone en juego, sino el honor recorre la posición amorosa de Madame Butterfly. Ella sabe cómo amar en tal medida que está dispuesta a morir por ello. Pero su muerte denuncia además su fragilidad, sus ilusiones y ninguna pretensión. 

La presencia del hogar en primer plano resulta clara metáfora donde en el primer acto se observa una sencilla casa de pueblo que los japoneses llaman minka. Instalada en un lugar alto y en el pie de una colina. A partir del segundo acto, la misma casa, se la observa destruida por un violento alud. El filósofo italiano Giorgio Agamben en “Cuando la casa se quema. Desde el dialecto del pensamiento” (2022, Adriana Hidalgo Editora), se pregunta desde cuando una casa comenzó a quemarse. La hoguera puede expandirse por todas partes y desde entonces no ha dejado de arder. Es preciso interrogarse como pudimos continuar viviendo y pensando mientras todo se quema. 

¿Dónde queda lo íntegro? ¿Cómo logramos respirar entre las llamas, qué perdimos, que resto del naufragio –o a qué impostura- nos aferramos? Sin embargo, darnos cuenta que la casa se quema no nos eleva por encima de los otros. Es todo lo contrario. Es con los otros que debemos intercambiar la mirada cuando las llamas se encuentren próximas. El honor y la esperanza. No. No confundamos que debemos contar con nuestro sacrificio. La esperanza puede dar lugar a convocar nuestra presencia para que nuestra casa continúe intacta. Nuestra casa, nuestro país.

En breve, un nuevo país, una nueva casa. ¿Nueva? Con esta excelente producción de Madame Butterfly, el Teatro Colón rindió homenaje a la soprano Victoria de los Ángeles en el centenario de su nacimiento, una de las grandes voces del siglo XX a nivel internacional. 

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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