Por qué narrar implica curar en el mundo que vivimos

Por qué narrar implica curar en el mundo que vivimos

Narrar crea un lazo asociativo. Determinadas historias son gérmenes que permiten conectar y vincular a las comunidades.

Para Byung-Chul Han narración e información son fuerzas opuestas. En su última publicación, “La crisis de la narración”, afirma que el espíritu de la narración se extravía entre una gran cantidad de información que va convirtiendo a los seres humanos en personas consumidoras, solitarias y aisladas. Adoradores del instante, creen que incrementan rendimiento y productividad. El ensayo de reciente publicación por Editorial Herder, permite al filósofo coreano ampliar sus reflexiones sobre la actual sociedad de la información.

Narrar cura

Relaja. Brinda confianza. Walter Benjamin evoca la escena primordial de la curación: “Un niño está enfermo. La madre lo lleva a la cama y se sienta a su lado. Entonces comienza a contarle historias”. Los relatos salvan. Quien mejor que Scherezade lo puede decir luego de contar 1001 historias en 1001 noches.

¿Le han contado relatos cuando niños?

Yo lo anhelaba porque lo veía en las películas o en las series de mi época. En cambio mis padres me regalaban libros. Y entonces leía cada noche antes de dormir. A los doce años, mi madre me regalaba “Guerra y paz” de Tolstoi. Y a partir de eso no me detuve en la lectura alimentada por comics que me traía mi padre y un juego de ajedrez que hace poco quise recuperar y que mi hermana continúa buscándolo.

Los trastornos psíquicos denotan una narración bloqueada.

Walter Benjamin afirma que el proceso de sanación empieza con la narración que un paciente cuanta al médico al inicio de un tratamiento. Y Freud piensa que el dolor es un síntoma derivado de un bloqueo en la historia de una persona y que por ello no es capaz de continuar su historia. A ese desalojo de la palabra lo llama represión: los trastornos psíquicos denotan una narración bloqueada.

Para Byung Chul Han un acontecimiento de carácter traumático se puede superar integrándolo a una narrativa religiosa que brinde consuelo o esperanza y así nos ayuda a salir de una crisis, sobre todo, cuando pensamos que todo a nuestro alrededor se derrumba. Pero ante acontecimientos críticos se narran historias de crisis que ayudan a superarlas integrándolas en un contexto que les de sentido.

Las teorías conspirativas cumplen igualmente una función terapéutica porque dan una explicación sencilla de las complejas situaciones que causan una crisis. Por eso, tales teorías se cuentan sobre todo en tiempo de crisis. Ante una situación crítica y delicada la narración ejerce por sí misma un efecto terapéutico situando temporalmente esa circunstancia en el pasado. Relegada al pasado, ya no afecta al presente. De este modo, es archivada.

En el caso del cuento relatado, la escucha no se centra tanto en el contenido comunicado como en la persona que comunica, en quién es el otro. La escucha no es un estado pasivo sino una actividad porque inspira la narración del interlocutor y abre un espacio de resonancia, en el que el narrador se siente interpelado escuchado y hasta amado, asevera Byung-Chul Han. Para el filósofo entonces, no sólo está la palabra devaluada en la época que nos toca vivir sino que además evita el contacto. Los dispositivos digitales como los móviles que nos rodean cada día, genera la ilusión de una disponibilidad total y nos privan de los encuentros.

Desde la pandemia esto se acentuó con características absolutas, motivo de temas de otras de mis columnas en MDZ. La pobreza del contacto enferma. Si nos falta por completo el contacto quedamos atrapados en nuestro ego. Pobreza en contacto significa en definitiva, pobreza en el mundo. Nos vuelve depresivos, solitarios y miedosos y debemos tener en cuenta que estar interconectado no significa haber creados lazos. Otorguemos a la palabra el valor del encuentro y hoy más que nunca, escuchemos. Narrar puede curar pero sin la escucha y la pregunta que podemos formularnos, puede enfermar. Estemos advertidos que cuando se habla de la importancia de la palabra es porque somos responsables no sólo de lo que escuchamos sino que hacemos con eso.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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