La sociedad de la nieve: la película definitiva sobre la tragedia de los Andes

La sociedad de la nieve: la película definitiva sobre la tragedia de los Andes

La sociedad de la nieve es la película definitiva sobre la tragedia de los Andes. La película de Juan Antonio Bayona es una poderosa experiencia sensorial, visual y emocional.

La película “La sociedad de la nieve” es un éxito. Tiene uno de los finales más conmovedores de los últimos tiempos. Es una historia real y en líneas generales, conocida por muchos de nosotros. Otras generaciones ignoran acerca de la tragedia y los sobrevivientes de los Andes y algunos pocos, por suerte, piensan que faltan otra clase de personajes o colectivos sociales que no se muestran, aún a riesgo de falsear una historia verdadera.

La sociedad de la nieve, un filme del cineasta español Juan Antonio Bayona

Basada en el libro de Pablo Vierci, puede verse por Netflix y resulta una clara metáfora de la capacidad humana para sobrevivir en condiciones de adversidad. Pero también es un ejemplo de ética, aquella donde la solidaridad nos brinda una enseñanza digna de tener presente.

El autor del libro afirma que lo ocurrió en los Andes es tan desmesurado que actúa como una lente de aumento resaltando lo relevante y dejando en evidencia lo intrascendente. Resulta la construcción de un paradigma que parte del abrazo: si se mantiene juntos, no mueren congelados. Han experimentado la incertidumbre, la genuina soledad y el desamparo, sobre todo cuando escuchan en una radio rudimentaria que se abandona la búsqueda porque no hay sobrevivientes de semejante tragedia aérea. 

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A partir de allí, una lucha con el tiempo, una cuenta regresiva balanceándose todos en el límite mismo entre la vida y la muerte.

Carlitos Paez es uno de ellos. Hijo de Carlos Paez Vilaró (creador de Casapueblo en Punta del Este, Uruguay) afirma que quien manda, es la propia historia. En ella hubo más acción que palabras y él es simplemente su transmisor. Su única particularidad es el hecho en lugar de permitir que la desgracia lo sepultara lo transformó en un obsequio de la vida. Dice: “En ocasiones comienzo mis charlas en el exterior con un pequeño truco. Como no me conocen, me siento entre el público, al fondo del auditorio.

El presentador muestra imágenes del accidente y luego pregunta a los asistentes cómo hubieran reaccionado ante esto o aquello. De pronto yo levanto la mano. Cuando me dan la palabra, después de tres o cuatro intervenciones del público, me pongo de pie y anuncio que mi respuesta será un poco larga. Y mientras camino hacia el escenario, remato la frase: Será más larga porque yo estuve ahí”. Al momento del accidente murieron 16 personas y quedaron 29 con vida. Al final los números se invirtieron, 16 vivos y 29 muertos. Aprendieron que cuanto más dilataran la salida, más compañeros morirían: por las heridas, por el frío, por la inanición, por el alud, por las temibles infecciones que acosarían sus cuerpos sin defensas, que habían perdido buena parte de su peso y que había mantenido a raya en un ambiente de 30 grados bajo cero. 

Imágenes reales de la tragedia.

Al mismo tiempo, la huida era prematura, el riesgo era mayúsculo. El propio director, Bayona creyó que la historia de los  sobrevivientes de los Andes, merecía una película que explicara el contexto verdadero de la montaña, de lo irrepresentable de ella. Frío, hambre expresados en el idioma español en el que se desarrolló realmente y por encima de todo. Que de esa historia pueda transmitirse la profunda espiritualidad que nació en su sociedad y que al ser tan vívida resulta universal y se encuentra a la altura de todo lo imposible que vivieron allá arriba, en los Andes

La película es un boom y merece todos los premios

Bien filmada. Bien actuada. Con planos precisos a semejanza de las fotos que ellos mismos registraron de aquél terrible momento de sus vidas. Lo que resulta adverso. La angustia provocada por la precariedad y el abandono. El desconocimiento del lugar y del tiempo transcurrido. La juventud y la muerte. La comida, su falta y la ocurrencia, no sin culpa, de volverse a alimentar. Finalmente, el rescate. Película que no tiene spoiler porque todos sabemos su final. Pero más allá del filme, más allá de sus protagonistas, damos fe que incluso en el espanto total, la esperanza es una grieta que poco a poco se abre para dar paso a la restitución de un encuentro con otros. Luego de ese momento nada fue lo mismo. Esa divisoria del antes y el después será el acontecimiento que los marcó eternamente a partir del 13 de octubre de 1972. Para toda la vida. Para toda la eternidad. 

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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