Disfrutemos los pensamientos creativos

Disfrutemos los pensamientos creativos

El pensamiento creativo es una forma de pensar con la que se crean soluciones a problemas que surgen. Carlos Gustavo Motta, en su columna de los sábados en MDZ, evalúa este concepto relacionado con la creatividad que puede ser estimulado tanto por un proceso no estructurado como unas buenas ideas.

“Es imposible abarcar y describir con palabras la vida, no ya de la humanidad entera, sino de un solo pueblo”, escribió León Tolstoi en Guerra y Paz (1869). Los acontecimientos cotidianos que se suceden en Argentina (y por supuesto en otras partes del mundo) nos dejan con un sabor amargo que pone en jaque motivaciones personales. La angustia generalizada da paso a la incertidumbre que inhibe de modo inmediato las capacidades creativas. El sentimiento de creatividad constituye una fuente vital de poder que necesitan el cuerpo, los sentimientos y la atención para expandirse y prosperar.

Comentan por allí que Rudyard Kipling, Premio Nobel de Literatura, escribía sólo con tinta negra de obsidiana o que Charles Dickens creía que el campo magnético de la Tierra lo fortalecía y para ello aseguraba que su cama señalara al norte o Beethoven derramaba agua helada sobre su cabeza antes de componer. Parece que practicaban estos rituales subjetivos para volverse receptivos a nuevos tipos de pensamiento y detener aquellos pensamientos que nos limitan. Sea como sea, un pensamiento creativo puede ser un estado de ansiedad para una persona y no para otra: lo que estimula a un músico aburre a un escritor.

No existen configuraciones mentales creativas sino experiencias personales que nos ayudan de modo óptimo a concentrarnos en aquello que nos apasiona. Para el jugador de futbol la pelota; para el pintor su pincel; para el escritor, la hoja en blanco (a veces también inhibitoria). Cuando hacemos algo que amamos ese estado de ánimo resulta la esencia de la pasión. ¿Y para ud. lector, cuál es su momento creativo? ¿En todo momento debemos serlo? Interrogantes donde las respuestas giran en torno a las cosas que no salen como se las planea. Nos sentamos para un proyecto determinado con alguna que otras imágenes claras en función del hacer y en esos momentos, es cuando nos surgen las distracciones, desvíos internos que nos apartan de los objetivos. Pero debemos utilizarlas. Utilizar aquellos despistes para mejorar nuestra hambre de ideas.

No existen configuraciones mentales creativas sino experiencias que nos ayudan a concentrarnos en aquello que nos apasiona.

Para una persona centrada en las soluciones las respuestas son más valiosas que las preguntas. Para una persona interesada en aprender, las preguntas son más importantes que las respuestas. El interrogante como signo de apertura permite que una pregunta nos ayude si se formula de otro modo, donde generalmente se elimine el por qué. De acuerdo con diferentes dispositivos terapeúticos, es el cómo la llave de nuestras respuestas personales. El cómo libera y despliega. Los por qué nos aíslan y alimentan la inmadurez emocional. Se necesita de una idea para proyectar. Son preguntas de apertura que provocan la exploración y la reformulación hasta que le parezca a uno que está en el camino correcto puesto que nos ayudan a redefinir nuestros objetivos.

El asombro, la curiosidad, la alegría por descubrir, divertirse, preguntar, son algunas de las variables que nos permiten ser creativos. Explorar, ir más allá de lo que se sabe, aseguran involucrarse con nuestras cosas que siempre se encuentran en relación a otros. No somos seres aislados y el lenguaje está para ser utilizado con el otro. En algún momento nos preguntamos cómo hubiese sido la vida si hubiéramos tomado otras decisiones. ¿Si hiciéramos algo distinto, que seríamos? ¿Hasta dónde queremos comprometernos con nuestros proyectos? ¿Qué es lo peor que nos puede pasar? da lugar a que es lo mejor que nos puede pasar.

La mejor manera de tener una buena idea es tener montones de ideas. Friedrich Schiller, poeta y dramaturgo alemán, admirado por Sigmund Freud, sabía que un pensamiento creativo implica soltarse, que fluyan libremente y que con ese desorden pueda explorarse una acción posible. Es la base de la asociación libre que utiliza el método psicoanalítico. En el texto de 1913, Sobre la iniciación del tratamiento, Freud realiza una alusión al poema de Schiller “Das Mädchen aus der Fremde” en relación a la duración del tratamiento psicoanalítico. Afirma que nadie puede esperar que se levante con dos dedos una mesa pesada como sí en cambio, se lo puede hacer con un liviano escabel o construir un edificio en comparación con una pequeña casa.

Cuando se trata de neurosis existe en ellas una ignorancia en relación a su origen. Es por ello, parafraseando a Schiller, que la neurosis es como “la señorita forastera”: uno no sabe de dónde vino y por eso espera que un buen día haya de desaparecer.

Freud se interroga cómo responde el Guillermo Tell de Schiller quien titubea tanto en tirar a la manzana colocada sobre la cabeza de su hijo, cuando el alcalde le pregunta por qué tiene una segunda flecha? “Con esa flecha a usted lo atravesaré si a mi hijo amado lastimase, y a usted, ciertamente, no fallaré” (Guillermo Tell, acto III, escena 3).

Cuando en psicología de las masas y análisis del yo Freud formula un juicio sobre el individuo en relación a la masa organizada, es cuando afirma que un ser humano desciende varios escalones en la escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto; en la masa es un bárbaro, vale decir que es una criatura que actúa por impulso y posee la espontaneidad, la violencia, el salvajismo y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos. Cita a Schiller: Cada cual, si se lo ve solo, es pasablemente listo y sabio; cuando están in corpore, os parecerán unos asnos.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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