¿Puedes guardar un secreto?

¿Puedes guardar un secreto?

Que alguien te confíe un secreto puede ser un placer y una responsabilidad. Debes sentirte honrado que alguien confíe en ti lo suficiente como para contarte un secreto.

Entendemos que un secreto posee un argumento reservado. Existiría un conocimiento que puede guardarse entre un reducido número de personas con la advertencia que no puede trascender a otros. A veces, aparece como un momento privilegiado:

“Te voy a decir algo que queda entre vos y yo”.

Otras se enuncia como un peso compartido: “Resulta que…pero te lo digo si lo mantenés en silencio”. Otra variable es la confesión: “Lo que escucha no se lo dije nunca a nadie” Algunas otras connotaciones del secreto: “Las paredes oyen” (modo paranoico); “Secreto de fabricación” (modo industrial, el famoso secreto de una bebida cola); “Los novios no saben que le estamos preparando una sorpresa” (modo social); “El delito tuvo un modus operandi oculto” (lectura jurídica). Secretos lícitos: “secreto profesional”. Los ineficaces de entrada: “Secreto a voces”.

Más allá de una posible clasificación, (muy subjetiva, por cierto), deseo destacar que un secreto mantiene la tensión y provoca, gracias a ello, una circulación de un argumento posible (norma indicativa de miles de tratados para la realización de un guión cinematográfico, por ejemplo, compartido al espectador). Midas, rey de Frigia, personaje de dos leyendas relacionadas con el culto a Dionisio y Apolo, sabe muy bien los inconvenientes por mantener un secreto. Una de las leyendas más divulgadas es la que Dionisio le concede en agradecimiento personal, es que todo lo que tocase se convirtiera en oro. Complicación mayor cuando Midas cae en la cuenta que sólo necesita satisfacer la necesidad básica de comer. 

“Te voy a decir algo que queda entre vos y yo”.

La otra, está relacionada a Midas con el certamen musical entre Pan y Apolo. Midas consideró que Pan había tenido una mejor perfomance, entonces Apolo enojado, hizo que le creciesen a nuestro rey, orejas de asno. Midas, desesperado y humillado, ocultó a todos el secreto menos a su peluquero, a quien amenazó de muerte para que no lo divulgase. El peluquero, agobiado por tal “privilegio” de ser el único que conocía semejante dificultad, cavó un agujero en la tierra y allí pronunció en voz alta su saber, con la confianza que el secreto se iba a mantener. A continuación, tapó ese agujero. Poco tiempo después, en ese lugar, comienzan a crecer cañas. Al moverse, por efecto del viento, el secreto, (eso que Midas tenía tanto interés en ocultar), era esparcido por toda la región.

Capturing the Friedmans, documental dirigido por Andrew Jarecki y que puede verse en HBO, nos muestra el aspecto brutal de un secreto, el aspecto invisible de un aparente acuerdo familiar entre un padre y un hijo, y la misma alianza que se torna siniestra cuando comenzamos a saber cómo entre ellos, abusaban de menores (alumnos de computación de Arnold Friedman, padre de Jesse, un joven adolescente de 18 años de edad en el momento de la acusación). Descarnadamente, como cuando los norteamericanos realizan un film de denuncia, y en todas las secuencias, circula la mortal cara de lo oculto: una familia aparentemente feliz del barrio Great Neck (New York), en 1986, se derrumba al descubrirse la tendencia del padre a ciertas publicaciones pedófilas, que el FBI encuentra en el hogar de los Friedman.

El documental/denuncia, acierto del director, se transforma en un crisol de “virtudes” de las llamadas “familias disfuncionales”, donde puede verificarse que el “secreto” es un elemento que retroalimenta el malentendido estructural y constitutivo de dicho grupo primario. Un documental trabaja sobre la realidad o la representa; de ahí surge el “punto de vista”, un concepto presente en toda obra, pero todavía más en ésta tan específica, en la que se parte de una materia prima objetiva que adquiere la condición de subjetiva. El “punto de vista”, concepto que en 1929 teorizó el cineasta Jean Vigo a partir de su film A propósito de Niza, es pieza clave a descubrir por parte del espectador en todo film documental, por el hecho que el autor escoge de la realidad fragmentos que le interesan y los edita con el fin de producir un discurso con sentido, determinado sobre una realidad construida de manera imaginaria.

Capturing the Friedmans, documental dirigido por Andrew Jarecki y que puede verse en HBO.

Lo increíble, en esta ocasión, es que el director se encuentra no con su propia filmación solamente, sino con el material ya grabado por otro de los componentes de la familia Friedman, me refiero aquí, al hermano mayor, David, quien se ha tomado el trabajo de filmar, desde pequeño, cada uno de los momentos familiares. Una manera de panóptico transformado en memoria familiar registrada en una cinta de video. El secreto recorre estas secuencias, posibilita el montaje y enriquece la obra. El secreto de los Friedman está a salvo cuando el padre toma una decisión, que obviamente, también se la incluye en la obra de Jarecki, y que por cuestiones argumentativas, no vamos a revelar, para demostrarle además al lector, cómo se puede crear tensión.

La pregunta que nos formulamos es ¿cuál es la posición del analista frente a un secreto como real?

En los historiales clínicos de Freud, siempre hay secretos que circulan. Téngase presente el historial del hombre de las ratas. Recordemos como callaba acerca del lugar erógeno del goce supuesto del Otro figurado por el llamado “capitán cruel”. Tanto se empeña Freud en saber, que quiere adivinar y nombra ese lugar en vez del hombre de las ratas. Esa insistencia en saber no es ajena a ciertos momentos secretos, silenciados por parte del analizante. Ese secreto no oculta saber, sino que puede considerarse en estos casos, nombre de goce. La abstinencia, por parte del analista, hace hablar al secreto. Renuncia del secreto mortificante para que las cañas que crecen desde la tierra, no divulguen palabras que alimentan un imaginario aplastante.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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