La violencia nuestra de cada día: realidad de la época

La violencia nuestra de cada día: realidad de la época

La presencia cruel de la realidad nos recuerda a gritos que lo simbólico puede circunscribir al triunfo de lo imaginario.

Para Karl Mannheim, el sociólogo es un diagnosticador de los fenómenos sociales y su oficio es el de diferenciar. ¿Qué difícil tarea, no? sobre todo en la sociedad actual donde el concepto de diferencia tiende a ubicarse como una posición subjetiva contraria al igual que el concepto de autoridad, donde muchas veces se la confunde con autoritarismo. Los desacuerdos resultan imprescindibles para posibilitar que los movimientos de vanguardia consoliden posteriormente la cultura. Mannheim en Ensayos de la Sociología de la Cultura establece que en la actualidad necesitamos definir no sólo lo conocido, sino también lo desconocido, característica que él mismo despeja del interrogante sobre cuál es la naturaleza de la conciencia contemporánea.

Toda época tiene su Weltgeist, su espíritu y en algún momento la interpretación sociológica desplazó a la histórica: nuestra época se caracteriza por una creciente conciencia de nosotros mismos y porque además vivimos conscientes de existencia social. Esta conciencia social no es sólo privilegio de alguna clase social en particular sino que a su vez promueve la conciencia de grupos que intentan una situación social nueva. Uno de los ejemplos que refiere Mannheim es cuando el grupo social revisa las relaciones que mantiene con otro y para ello recuerda Casa de Muñecas de Ibsen que por primera vez en la literatura moderna presenta el choque de dos concepciones de feminidad y con la juventud: en una sociedad estable de campesinos y artesanos, los guardianes de la tradición son intérpretes del orden social que construyen en beneficio propio mientras que una sociedad industrial establece una dirección hacia la juventud y rebaja el valor vigente de la sabiduría acumulada.

Los desacuerdos resultan imprescindibles para posibilitar que los movimientos de vanguardia consoliden posteriormente la cultura.

¿Cuál es la huella característica de nuestra época?

Me inclino a pensar rápidamente en la denominación light, temática que es comentada extensamente en todos los ámbitos intelectuales. Entonces, a ello se apunta el concepto de huella. Una huella que no deja marcas, una huella como la que descubre Robinson Crusoe en su isla, morada luego del naufragio: él sabe de la existencia de otro, a quien llamará más tarde Viernes, porque ha permanecido un vestigio de huellas de pies sobre la arena ¿Qué ocurre cuando el mar, en su incesante ir y venir, borre la huella? ¿Podemos afirmar que el sujeto no ha pasado por allí?. 

Huellas de la época.

Haría una precisión más: de mi época. Porque cada época también tiene un registro subjetivo. El final de la Segunda Guerra Mundial me lo contaron. Sin embargo, fui un observador asombrado cuando televisaron la llegada del hombre a la Luna. Pude presenciarlo. Aquella huella de Neil Armstrong (¿o de Kubrick?) marcó a la época, no importa si llegó o no verdaderamente. Poco a poco esas huellas se fueron ensamblando con otras. Desde el hombre en su camino a la Luna hasta un hombre en la Luna. Absorto en sus pensamientos, inerte en su accionar, alienado al consumo, sin lugares y enfrentado al salvajismo de la competencia.

El dolor psíquico a veces se enmarca como huella o marca en un proceso verdaderamente complejo y que podemos reconocer al menos, tres momentos precisos, me refiero a la ruptura subjetiva, la conmoción propia y la reacción defensiva. Variables que permiten señalar una relación al acontecimiento imprevisto. Signos particulares del dolor: un dolor propio de la ruptura; un dolor íntimo en el estado de conmoción; un dolor suscitado por la defensa yoica en respuesta a la perturbación. Freud escribe El malestar en la cultura pocos años antes de la Segunda Guerra Mundial (1930) y es la corrección freudiana a Psicología de las Masas y análisis del Yo y es uno de los textos que inspiró al Lacan del seminario VII, La ética del psicoanálisis.

El camino de Freud de Psicología de las masas a El malestar en la cultura, es un camino del amor a la muerte; desde la  organización de la libido hacia la pulsión de muerte. Tensión en el cuerpo. Marcas significantes. Cultura y Sociedad: conjuntos en work-in-progress que no pueden concluir, que empiezan una y otra vez, con cada relato peculiar, desentrañando cada ficción en el “entre-dos” y que cada uno nos hace llegar la condición de mortificación, a través de una palabra que comenzó a decir y nosotros ¿…a escuchar? La presencia cruel de la realidad nos recuerda a gritos que lo simbólico puede circunscribir al triunfo de lo imaginario. Desde el hambre en el mundo a episodios de privación individual nos puede reunir a quienes nos comprometemos con un lazo extendido a una sociedad que se encuentra a la deriva.

Una investigación posible aplicada al ámbito de lo discursivo y lo social puede proponerse como respuesta al malestar  parafraseando aquella carta escrita por Freud a Einstein donde a la reflexión del científico expresada de manera poética “hasta la más pequeña gota de rocío caída del pétalo de una rosa al suelo, repercute en la estrella más lejana” recibe como respuesta del genio vienés, tener el derecho a decir que todo lo que promueva al desarrollo de la cultura trabaja además contra la expresión del mal cotidiano. También nos ubica en un lugar de esperanza y deseo.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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