La dislexia es un problema del aprendizaje que consiste en la dificultad en la lectura debido a inconvenientes para identificar los sonidos del habla y aprender a relacionarlos con las letras y las palabras. Carlos Gustavo Motta desarrolla esta temática en MDZ en su columna de los sábados.
Los niños que tienen problemas en el aprendizaje de la lectura y la escritura se denominan disléxicos. Las estimaciones acerca del porcentaje de niños disléxicos con edad escolar oscilan demasiado. En vista de esta confusión, se hace difícil evaluar correctamente el problema puesto que el término dislexia se ha usado de modo generalizado durante años para describir un síndrome de incapacidad de lectura que con frecuencia incluye carencias verbales. Sin embargo, el trastorno de lectura suele ir acompañado de otras cuestiones y comenzó a usarse términos tales como trastornos de aprendizaje. Su actual nomenclatura es “trastornos del desarrollo específico” (en la lectura).
Las causas pueden ser divididas en tres grandes grupos: factores propios del niño; factores relacionados con su hogar; factores escolares donde la opinión actual de los profesionales consideran como la resultante de una interacción entre todos los mencionados precedentemente. Hasta los seis años es natural que el niño invierta algunas letras. A partir de esa edad, madura en él una función responsable de la direccionalidad: la orientación espacial. El niño disléxico tiene un problema en esa área y por eso,
invirtiendo las letras, incluso hasta los ocho o nueve años. A los nueve años, un niño con trastorno de lenguaje, a veces no puede copiar un triángulo, escribe mal e invierte de modo frecuente algunas letras.
Algunos y a pesar de tener cerca ya once años, no son capaces de distinguir la orientación derecha de la izquierda. Por lo tanto, los trastornos de lenguaje resultan un conjunto de condiciones íntimamente relacionadas entre sí. Las dificultades que se observan en el aprendizaje están relacionadas a desajustes emocionales. Trastornos de carácter afectivo vividos en el hogar o sentimientos de baja autoestima producto de fracasos en la escolaridad, actúan de forma tal que crean o acentúan los problemas en la infancia. Las experiencias vividas por el niño en el campo del aprendizaje antes de ingresar a la escuela o en los primeros tiempos de vida escolar ejercen una influencia profunda en su desarrollo intelectual y emocional.
Sus dificultades y sus éxitos deben ser constantemente evaluados ya que el conocimiento de sus posibilidades y la búsqueda de nuevos métodos para enseñarle de modo eficiente y constructivo, deben ser ocupaciones constantes de las personas responsables de la educación de los más pequeños. Actualmente se ubican los trastornos de lenguaje con cuestiones genéticas. Este refleja la variabilidad observada en la dislexia, sin embargo, los estudios familiares y gemelares no han generado la evidencia definitiva que apoye esta teoría. Varios profesionales atribuyen el trastorno de la lectura a deficiencias visuales o verbales (la mayoría de estas últimas de carácter auditivo).
Hay más evidencias verbales que visuales por ello, el trastorno de lectura se considera parte de un trastorno del lenguaje oral. Comparados con los niños que no padecen este trastorno, los que lo sufren suelen tener mayor dificultad de concentración y menor capacidad de atención. Asimismo se asocia malnutrición con la función cognitiva: se verifica en niños infra alimentados durante los primeros meses de vida. Los trastornos de lectura más graves se asocian a trastornos psiquiátricos previo o trastornos emocionales o de conducta. El tratamiento actual es un enfoque educativo de refuerzo.
*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz