¿Por qué lloran los bebés?

¿Por qué lloran los bebés?

La reacción humana frente al dolor, la tensión o las emociones, es el llanto. Ningún otro animal derrama lágrimas (a pesar del refrán popular que asigna al cocodrilo dicha manifestación). Sin embargo, para un bebé el llanto es la única forma de expresar lo que siente.

Apenas nace, el niño inhala su primera bocanada de aire y llora por vez primera. Ese vigor es un índice de cómo funcionan los centros respiratorios, de su cerebro y los músculos encargados de hacer funcionar los pulmones. Para los otros es el signo característico de una vida que recién se inicia y signo de tranquilidad que las cosas están funcionando bien. El bebé de pocos meses llora durante el día y la noche en un promedio de dos horas diarias. El llanto resulta característico para la madre y con pocas horas después del nacimiento ya es capaz de distinguirlo del de otros niños y niñas.

El recién nacido no vierte lágrimas sino a partir de los cuatro meses de vida. Fisiológicamente las lágrimas cumplen una función protectora, mantiene limpios y lubricados los ojos. Si bien pocos adultos pueden llorar premeditadamente (salvo actores y actrices
experimentados) el niño fuerza el llanto cuando por cualquier motivo, desea llamar la atención de quienes lo rodean. El niño expresa sus emociones en forma peculiar: agita todo su cuerpo, moviendo las piernas y los brazos en forma desordenada. Las demostraciones de ira de los adultos que acostumbran a patear objetos o golpearlos con sus manos, representan un retroceso a esa forma infantil. Ejemplos sobran, sobre todo en las esferas políticas de orden nacional e internacional.

A medida que van creciendo (los bebés), permanecen despiertos por períodos cada vez más largos y van tomando conocimiento de todo cuanto ocurre desde su cuna. Son capaces de reconocer a las personas de la casa y a pesar que su vida es una agradable rutina, siempre ocurre algo nuevo para ellos. Cada vez les gusta quedarse menos solos y su necesidad de participar en la
vida de la casa aumenta cada instante. El momento de la dentición genera problemas y esos pequeños dolores a veces sumados a cólicos intestinales provocan fastidio extremo. Crecer es enfrentar frustraciones y aprender a resolver problemas.

El niño experimenta a diario situaciones malogradas: los juguetes arrojados lejos de la cuna no vuelven automáticamente a sus manos; la comida no está a la temperatura que puede agradarle. Llorar será de rabia o frustración. En estas ocasiones, los padres no deben perder la calma por el llanto del bebé, sino tratar de distraerlo con cariño y afecto, provocando que su atención se fije en otra cosa.

Cuando el niño aprende a emitir sonidos y a formar palabras. el llanto deja de ser el lenguaje más usado por él. Nuevas y complejas formas de comunicación se establecen entre el pequeño y quienes lo rodean y al mismo tiempo va aumentando cada vez más su conocimiento y dominio del mundo circundante.

El período inicial de la vida y la atención que el niño recibe durante esa fase de desarrollo son factores decisivos e importantes para la formación del aparato anímico, de su temperamento y carácter y ha sido una observación constante para el psicoanálisis, desde Sigmund Freud donde el puntapié inicial se encuentra en la frase “His Majesty, the baby” (Su Majestad, el bebé) hasta las posiciones subjetivas que se encuentran postuladas en Jacques Lacan en su conocido artículo “El estadio del espejo como formador de la función del Yo tal como se revela en la experiencia psicoanalítica” donde el reconocimiento del niño frente al espejo resulta vital para incorporar al otro social, de tal modo, que el llanto posterior será con motivos manifiestos o atravesado con una falta en ser que se encontrará a lo largo de nuestra vida. Y es que con ella será lo que nos permitirá desear y saber hacer.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.
Publicado en mdz

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