Marcas de la época: huellas en el sujeto

por Marcelo Olmedo

La revista del psicoanálisis. Subjetividad de la época. Nro. 7 – 01.03.2001

Editores Contemporáneos. Colección Ensayos. Buenos Aires, 2001, 95 págs.

El texto al que voy a referirme nos permite el encuentro con un autor que intenta ubicar, partiendo de los fundamentos teóricos del psicoanálisis, al sujeto tal como lo ubica Freud en “El malestar en la cultura” como aquel que se esfuerza por identificarse para definir su posición en la civilización. El encuentro con un analista irá en sentido inverso a la búsqueda del ser. Este uso fundamental del psicoanálisis es para el autor una de las herramientas que no debe olvidar el psicoanalista frente al empuje del amo moderno de clasificar a un sujeto problematizado en los llamados síntomas modernos: anorexia y bulimia, toxicomanías y adicciones múltiples

Encontramos entonces, el eje del texto entre las herramientas del psicoanálisis, el nuevo siglo y el porvenir del discurso del analista.

Una de las herramientas con las que puede el psicoanalista contar sería la investigación, tema al que Carlos Motta dedica un amplio desarrollo a partir del interrogante ¿qué es investigar en psicoanálisis? Para presentarnos una virtud cartesiana en relación a la precisión: ideas claras y fundamentalmente disitintas. Virtud que nos ha señalado Freud y ha continuado Lacan, intentando cernir lo que se escapa.

En otro capítulo del libro el autor plantea la necesidad de volver a interrogarnos sobre la relación del psicoanálisis y la medicina. Ubicar de qué manera la medicina clasificó el dolor del cuerpo en un cuadro nosográfico para luego incluir en esta clasificación los síntomas.

Se trata entonces, de volver entonces a los textos de Freud y Lacan, que ubican el dolor en el registro de una genuina reacción frente a la pérdida del objeto. No deja el texto de mencionar que fueron dos médicos: Freud y Lacan, que permitieron el desarrollo del psicoanálisis a partir de interrogarse acerca de cómo la palabra alcanza el cuerpo y cómo el analista puede hacer progresar el análisis al dar la palabra a los síntomas. Lo que implica que no hay dialogo posible con el analizante.

No escapa Carlos Gustav Motta a la idea de utilizar para el desarrollo del analista el campo de la cultura, va a referirse especialmente al cine y el teatro. Pone como ejemplos el texto freudiano “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” donde Freud propone relacionarnos con aquellas disciplinas que no tienen que ver con nuestra actividad, como así también el interés de Lacan por el cine de Buñuel. Se trata entonces, no de psicoanalizar estas disciplinas sino de trasladarlas al campo del psicoanálisis para ampliar nuestros recursos. Así el autor nos presenta un análisis de las realizaciones de Kristoff Kielowsky: Bleu, Blanc y Rouge, como así también ejemplos de los que el cine aportó al psicoanálisis.

La acción del analista es un capítulo que desarrolla cuidadosamente los conceptos que Lacan describe en “La dirección de la cura…” acerca de ¿quién analiza hoy?

Desde la Táctica, la Estrategia y la Política en la cura para luego ubicarnos en el campo de la acción del analista que no estaría del lado de la contemplación porque el inconciente no se contempla.

El acontecimiento tiene entonces un lugar dentro del libro; para ello Carlos Gustavo Motta se ocupa de orientarnos con ejemplos de Bachelard y de Borges que se presentan como singularidades irreductibles, que descubren una verdad para el sujeto.

Algunas cuestiones sobre el prejuicio de los analistas es un capítulo del libro que propone ejemplos como el rechazo de la IPA para aceptar candidatos homosexuales en análisis didácticos, y de cómo eran raros los psicoanalistas que en los años 50′ consideraban a la homosexualidad como una sexualidad entre otras.

En el capítulo dedicado a la fobia y el ataque de pánico es donde Carlos Motta interroga estos conceptos en relación a los llamados nuevos síntomas y donde el autor retoma la propuesta de Jacques-Alain Miller del momento nominalista de la clínica, donde el paciente es único e inclasificable, para luego pasar a un momento estructuralista en los que nos referimos a tipos de síntomas y existencia de la estructura. Hay también un desarrollo de los nuevos síntomas sociales producidos por el cruce moderno-posmoderno que puede encontrarnos con sujetos altamente individualistas y con una ciencia que condena al sujeto al egoísmo y la cobardía en su producción de gadgets.

Otra manera de abordar la concepción del sujeto moderno está presente en el capítulo de Pharmakon: una forma de diseminación que pone en cuestión tanto al sujeto adicto como al objeto tóxico, tomando el pharmakon como el estupefaciente que adormece el deseo.

El capítulo final nos muestra el título del libro que establece la relación entre las marcas que tiene cada época de la humanidad y cómo las mismas dejan huellas en los sujetos que les toca atravesarlas. Hay un amplio abordaje de una temática actual como el desarrollo del sida en el mundo, en particular en nuestro país, que incluye los distintos momentos históricos relacionados a los modos de tratamiento.

Para concluir, y a mi parecer se trata de un trabajo escrito donde se trata de poner en escena la eficacia del psicoanálisis y sus herramientas, para lo que el autor no se priva de ponernos a nuestro alcance, elementos teóricos, clínicos y políticos.

diván argentino

01/03/2001