Sobre algunas cuestiones acerca de los reproches

1.- Variables del reproche.

Qué puede significar un reproche?

Es una llamada de atención al otro semejante? Un modo de “cargar las tintas” de un argumento donde el capricho reina? Una demanda disfrazada para provocar culpa? Un decir que provoca heridas, grietas en cualquier vínculo?

Del reproche familiar al reproche amoroso la única diferencia posible se encuentra en los protagonistas, siempre culpables, sobre todo cuando la persona que enuncia el reproche desplaza su propia responsabilidad a lo “malo” del Otro y señala la falta que la ubica frente a sus ojos. El reproche construido desde el registro imaginario sólo tiene sentido para quien lo enuncia y conforma un sistema de creencias personales que logran la excusa sin permitir cuestionamiento alguno. A lo largo de su obra, Freud menciona los autoreproches del obsesivo, del melancólico, del paranoico y los dirige al sentimiento de culpa.

Vivimos en una época donde el reproche es televisado, publicado en medios periodísticos, afecto que, como afirma Mc Luhan, es utilizado como mensaje al hartazgo: desde el nivel oficial político al marco opositor. El argumento juega siempre en contra. Hoy resulta de esta manera, puesto que el común de las personas se encuentran desalentadas, temerosas de un futuro incierto.

Desde el ámbito social, el reproche no tiene mucha utilidad, sólo provoca un desaliento generalizado. Temas tales como educación, salud, violencia, vida cotidiana, se encuentran pendientes en su resolución y nadie menciona qué proyectos se construyen.

Este comentario, es un reproche? Sí, claro que sí. Pero siguiendo con los argumentos precedentes del artículo, por dónde puede ubicarse mi responsabilidad cuando lo enuncio? Seguramente en el decir o en el callar. Entonces, el modo de decir puede constituirse en reproche o no.

Si enuncio tú eres culpable de tal cuestión a tú has realizado esto sin tener en cuenta las consecuencias, quizás podamos hablar de lo mismo pero la eficacia sobre lo escuchado será otra: existen formas, modos, el potencial, el virtual, el actual, el realizado, los que por su orden y sus interrelaciones posibles constituyen las condiciones necesarias para lo que se pone en juego en un discurso posible y que esboza una imagen de sentido posible pero nunca un único punto de vista.

El reproche tiene la tendencia de unificar un criterio, generalmente unilateral, donde finalmente se verifica la ausencia de amor, caracterizando a éste desde la reciprocidad, la construcción de a dos y donde la diferencia permite crear interrogantes que se responden entre ambos, pudiendo afirmar que lo que entendemos por amor nunca es indecisión.

En Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de ánimo, los lingüistas Algirdas Greimas y Jacques Fontanille, nos advierten que en el caso del reproche puede surgir un hecho inquietante. El sujeto del discurso es capaz de transformarse en un sujeto apasionado que interrumpe y desvía su racionalidad narrativa para iniciar un recorrido pasional acompañado de tensión alejado de un principio regulador y equilibrado.

Podemos pensar que el reproche no sirve para nada? Creo que tampoco podemos excluirlo de los resultados, con la salvedad que el modo de decir permita una conversación y no se convierta en un acto expulsivo.

Se ha verificado que parejas que han mantenido a lo largo del tiempo su vínculo afectivo es porque luego del reproche deciden sentarse a debatir y conversar lo escuchado por alguno de los dos. En el caso del reproche familiar, alguien esgrime convertirse en el amo de la verdad y con esa actitud, sólo logra provocar distancia, incomodidad, tensión mutua y desencuentro (el enunciado se basa en una idea construida sobre un carácter pasional, diferenciándose claramente de la pasión que puede ser aplicada a cualquier ámbito creativo).

Todas estas variables del reproche parecen neutralizarse con la conversación.

Una conversación posible, que siempre resulta incómoda en estos casos de “enojo” desde una primera instancia. Sobre todo, para quien reprocha. El ó la reprochado/a se encuentra en un status defensivo. Una clase de stand by afectivo para tomar luego una resolución. Modalidad de estasis libidinal freudiana, estancamiento en ambas posiciones que no encuentra demasiada utilidad ya que lo dañado es el vínculo afectivo.

De todas maneras, provocado tal acontecimiento, nada será lo mismo y sólo el tiempo será quien decida.

2.- Los reproches a Freud.

En el artículo que escribe en 1927 “Pueden los legos ejercer el análisis?, el reproche que menciona Freud, es que el Psicoanálisis como método clínico no resulta ser aceptado. A su discípulo Theodor Reik se le acusó de ser un curandero, un charlatán quien no podía atender pacientes sin ser médico.

Freud menciona en el mismo ensayo que existen complejas relaciones entre psicoanálisis y medicina y que efectivamente existen reparos para el ejercicio profesional del psicoanálisis, los mismos reproches que después de ochenta y ocho años de publicado, continúan hoy realizando muchos representantes de las ciencias.

Quienes dicen que el psicoanálisis es un método obsoleto reclaman ajustar las investigaciones llevadas a cabo en laboratorios que se ajustan a complejas relaciones químicas para lograr un medicamento que “sirva para curar” una dolencia psíquica e intentan responder a un manual diagnóstico clasificatorio que permite incluir ese llamado trastorno al circuito para el desarrollo de la industria psicofarmacológica.

Negar los adelantos de la Medicina en el ámbito de la salud mental tampoco resulta una política inteligente. Es impensado que equipos de trabajo no puedan investigar lo que se proponen, pero es absurdo también afirmar que el psicoanálisis no hace de la investigación un método que cuestiona sus propias herramientas y las pone a punto en la subjetividad de la época. Sobre todo cuando el psicoanálisis sabe lo que significa interrogarse. Decir que en el psicoanálisis no se investiga es hablar sin fundamentos.

La interrogación en el campo de la medicina es siempre para verificar un “espacio quimérico” que la misma ciencia inventó, término que parafraseo de Michel Foucault en El nacimiento de la clínica. Bunge no lo considera de esta manera y se aferra a una crítica donde instala el concepto de pseudociencia en una cantidad diversas de disciplinas que para él van desde la creencia en los horóscopos, los ovnis, la parapsicología (que considera inofensivas) hasta la homeopatía y el psicoanálisis donde insiste que no hay mecanismos verificados y que no resultan compatibles con el mejor conocimiento disponible.

Conocimiento que para él surge sólo de la experimentación comprobada.

Poner en tela de juicio el concepto de Inconciente no resulta un reproche, sino una necedad. Una resistencia a pensar que un sueño o su falta no tiene ninguna consecuencia en el campo subjetivo. Las demás manifestaciones del inconciente se encuentran también vivas y actuales: el chiste, el lapsus, los olvidos, el síntoma. Jacques-Alain Miller los eleva al signo de la época que nos toca vivir cuando los significa en un significante conocido pero propuesto a su ampliación: el parletre. Indicador, al decir de Miller, de lo que cambia en el psicoanálisis en el siglo XXI que tiene sin lugar a dudas otro orden simbólico y otro real, distintas mortificaciones actuales sobre los que el psicoanálisis mismo, al principio de su método, estableció.

Freud mantuvo una relación muy temprana con la Neurología. Jamás tuvo nada en contra de la ciencia. Desde 1896 pueden verificarse sus experiencias en ese campo pero él mismo rompe con las mitologías cerebrales esperando siempre que la medicina que se ocupa del cerebro progrese: no existe aún factores genéticos que expliquen el desarrollo de las enfermedades psiquiátricas más comunes tales como depresión, trastornos de ansiedad, trastorno bipolar, TDAH (nomenclaturas específicas del DSM V).

El filósofo de la ciencia Karl Popper demostró la falsedad de la convicción, probablemente tan antigua como el mundo y donde Popper esclareció de forma definitiva que lo que realmente se puede demostrar es sólo si algo es falso, mientras que resulta imposible demostrar de manera concluyente si algo es verdadero. El cientificismo engaña en nombre de la verdad porque no puede demostrarla.

Después de todo, el DSM V también resulta un mito, sobre todo cuando en cada edición dada a conocer, modifica nombres, excluye enfermedades, incluye otras.

Pueden decirme que esto es motivo por lo que la Ciencia avanza.

Aseguro que el Psicoanálisis también lo hace.

Pero sin reproches.

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