Psicoanálisis y Arte: respuesta al vacío [**]

La Representación-Arte es una clara muestra de la presencia de la mirada.

¿De qué modo, textos escritos por Sigmund Freud o referencias utilizadas por Jacques Lacan, iniciaron el camino de una nueva lectura crítica sobre una obra de arte?

Del psicoanalista, el artista aprenderá en primer lugar, la práctica de los rodeos, el gusto por lo sinuoso, las repeticiones o los atajos engañosos. En el orden de las representaciones, pocas veces la línea recta es el mejor camino entre un punto y otro. Una obra de arte es un enigma, similar al que la Esfinge confronta a Edipo y que para él constituye el primer paso en la búsqueda progresiva y mortificante de una verdad.

Asimismo, el Arte es la salida del Horror Fundante de cada uno.

Inicio que parte desde la expresión de lo Estético para alcanzar así, a una experiencia posible de su manifestación.

Existe una relación histórica Dalí/Freud/Lacan pocas veces comentada. Estos tres genios convivieron simultáneamente en una época y cada uno de ellos, provocó marcas individuales que se convirtieron en acontecimientos de vital importancia para la humanidad.

Este artículo, lector, es un avance de un capítulo de mi publicación “Las películas que Lacan vio y aplicó al Psicoanálisis”. Si desea alguna ampliación, puede dirigirse al mail que figura en las referencias al pie de página.

1. Dalí con Freud: Un cráneo con forma de caracol

Dalí en su estadía en la ciudad de Londres, el 19 de julio de 1938, visita a Freud, quien ya exiliado, acepta un encuentro con el pintor catalán conjuntamente con el poeta Edward James y el escritor Stefan Zweig.

Freud quien mantenía correspondencia con este último, le escribe:

Hasta ahora me inclinaba a pensar que los surrealistas, que parecen haberme elegido como santo patrón, eran unos locos absolutos (pongamos que el 95% como el alcohol). Pero el joven español, con sus ojos cándidos y fanáticos y su innegable maestría técnica, me ha sugerido otra apreciación y a reconsiderar mi opinión. Efectivamente, sería muy interesante estudiar analíticamente la génesis de un cuadro de este tipo. Desde el punto de vista crítico, sin embargo, siempre se podría decir que la noción de arte rechaza cualquier extensión cuando la relación cuantitativa, entre el material inconciente y la elaboración preconciente, no se mantiene dentro de determinados límites. Hay allí, en todo caso, serios problemas psicológicos.

De esta visita, Dalí nos deja la siguiente impresión:

Mis tres viajes a Viena fueron exactamente como tres gotas de agua, faltas de reflejos que las hicieran brillar. En cada uno de estos viajes hice exactamente lo mismo por la mañana, iba a ver el Vermeer de la colección Czernin, y por la tarde, no iba a visitar a Freud, porque invariablemente me decían que estaba fuera de la ciudad por motivos de salud.

Recuerdo con dulce melancolía haber pasado esas tardes vagando al azar por las calles de la antigua capital de Austria….Al anochecer mantenía largas y cabales conversaciones imaginarias con Freud; hasta me acompaño una vez y permaneció conmigo la noche entera pegado a las cortinas de mi habitación del Hotel Sacher.

Varios años después de mi último intento ineficaz de verme con Freud, hice una excursión gastronómica por la región de Sens, en Francia. Empezamos la comida con caracoles, uno de mis platos favoritos. La conversación recayó en Edgar Allan Poe, magnífico tema para acompañar el paladeo de los caracoles, y trató especialmente de un libro, recién publicado, de la princesa de Grecia, Marie Bonaparte, que es un estudio psicoanalítico de Poe. De pronto vi una fotografía del profesor Freud en la primera página de un periódico que alguien estaba leyendo junto a mí. Inmediatamente me hice traer el ejemplar y leí que el desterrado Freud acababa de llegar a París. No nos habíamos repuesto del efecto de esta noticia cuando lancé un grito. ¡En aquel mismo instante había descubierto el secreto morfológico de Freud! ¡El cráneo de Freud es un caracol! Su cerebro tiene la forma de una espiral -¡que hay que sacar con una aguja!-

Este descubrimiento influyó mucho en el dibujo de su retrato que hice más adelante del natural, un año antes de su muerte…

Debía verme con Freud, finalmente, en Londres. Me acompañaban el escritor Stefan Zweig y el poeta Edward James. Mientras cruzaba el patio de la casa del anciano profesor vi una bicicleta apoyada en la pared y sobre el sillín, atada con un cordel, había una roja bolsa de goma, de las que se llenan de agua caliente, que parecía llena, y sobre la bolsa ¡se paseaba un caracol! La presencia de este surtido parecía extraña e inexplicable en aquel patio del domicilio de Freud.

Contrariamente a mis esperanzas, hablamos poco, pero nos devorábamos mutuamente con la vista. Freud sabía poco de mi, fuera de mi pintura, que admiraba, pero de pronto sentí el antojo de aparecer a sus ojos como una especie de dando del “intelectualismo universal”.

Supe más adelante que el efecto producido fue exactamente lo contrario.

Antes de partir quería darle una revista donde figuraba un articulo mío sobre la paranoia. Abrí, pues , la revista, en la página de mi texto y le rogué que lo leyera así tenía tiempo para ello.

Freud continuó mirándome fijamente sin prestar atención a mi revista, Tratando de interesarle, le expliqué que no se trataba de una diversión surrealista, sino que era realmente un artículo ambiciosamente científico y repetí el título, señalándolo al mismo tiempo con el dedo.

Ante su imperturbable indiferencia, mi voz se hizo involuntariamente más aguda y más insistente. Entonces, sin dejar de mirarme con un fijeza en que parecía convergir su ser entero, Freud exclamó, dirigiéndose a Stefan Zweig: “Nunca vi ejemplo más completo de español ¡Qué fanático!”

Esta anécdota tiene variaciones escritas por el propio Dalí, mostradas en su Diario de un genio. Allí escribe que el cerebro de Freud es uno de los más “sabrosos e importantes de la época” y también es el caracol de la muerte terrestre. El cerebro de Freud para Dalí, es donde reside la esencia de la tragedia:

Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte…

Cuando Dalí encontró a Stefan Zweig y a su mujer en ocasión de una celebración en la ciudad de New York le preguntó cuál había sido realmente la reacción de Freud en presencia de su retrato. El escritor austríaco sólo respondió con evasivas. Únicamente al leer el final de su libro póstumo y autobiográfico de aquél, El mundo de ayer, Dalí supo inmediatamente la verdad: Zweig le había mentido.

Según el párrafo leído de la obra mencionada, “el retrato de Dalí presagiaba de una manera clara la inminente muerte de Freud”, y nadie se había atrevido a mostrárselo, temiendo sobresaltarlo innecesariamente, sabiendo que era víctima de un cáncer terminal.

Recuerdo mi estadía en Londres, en el verano de 1994. Visité el Museo de Freud en Marensfield Garden. En la Oficina de Turismo de la ciudad, nadie supo decirme cómo tenía que llegar al museo. Finalmente, un taxista inglés me llevó a bordo de un black-cab. Allí él me explicó que no era un museo muy visitado y que sí lo hacían, en cambio, muchos psicoanalistas. A la mejor manera de Holmes, y haciendo gala de su tierra, él había deducido que lo era. Una vez allí, el famoso cuadro pintado por Dalí, el mismo que estamos haciendo referencia, lo encontré ubicado en un palier sobre las escaleras que conducen al primer piso de la casa. Alejado del consultorio de Freud e intentando pasar desapercibido, quizá para que el fantasma de Dalí, no perturbe al maestro descubridor del inconciente.

2. Dalí con Lacan

Una llamada telefónica distrajo al joven Dalí. Tenía treinta y tres años y había llegado a París. Su método de trabajo que él llamó paranoico crítico, lo publicó en una revista que condensaba en sus páginas al movimiento surrealista llamada Minotaure. Allí escribían jóvenes amigos y colegas con sus mismas inquietudes. Su artículo se llamaba “Mecanismo interno de la actividad paranoica”.

– Hola, ¿monsieur Dalí?
– Sí, él habla.
– Monsieur Dalí, habla el Dr. Jacques Lacan
– Ah! Encantado Monsieur Lacan, he oído hablar de Ud.
– ¿Sí?…Lo llamo para felicitarlo por su artículo publicado en Minotaure, estoy asombrado ante la exactitud de su conocimiento científico en esta materia y en la que generalmente no se la comprende lo suficiente…
– Muchísimas gracias! Es un verdadero halago para mí…
– Sí, a decir verdad me encantaría verlo para continuar discutiendo con Ud toda esta cuestión.
– Bien, muy bien… ¿qué le parece hoy mismo, por la tarde en mi estudio de la calle Gauguet?…
– Allí estaré, replicó rápida y afablemente, Jacques Lacan.

Soy un delirio viviente y controlado

Así comienza Dalí, el capítulo “Cómo devenir paranoico-crítico” de su libro Confesiones inconfensables:

Yo soy porque deliro, y deliro porque soy. La paranoia es mi misma persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi conciencia de ser. Mi genio reside en esta doble realidad de mi personalidad; este maridaje al más alto nivel de la inteligencia crítica y de su contrario irracional y dinámico. Derribo todas las fronteras y determino continuamente nuevas estructuras de pensar. Mucho antes de haber leído, en 1913, la admirable tesis de Jacques Lacan (De la psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personnalité), tenía perfecta conciencia de cuál era mi fuerza.

Gala me había exorcisado, pero la intuición profunda de mi calidad genial estaba ya presente en mi espíritu y en primer lugar en mi obra. Lacan ilustró científicamente un fenómeno oscuro para la mayor parte de nuestros contemporáneos –la expresión paranoia- y la definió de manera exacta.

La psiquiatría, antes de Lacan, cometía un burdo error a este respecto: pretendía que las sistematización del delirio paranoico se elaboraba “después” y que este fenómeno debía ser considerado como un caso de “locura razonante”. Lacan demostró lo contrario: el delirio es una sistematización en sí mismo. Nace sistemático, elemento activo decidido a orientar la realidad alrededor de su línea dominante. Es lo contrario de un sueño o de un pasivo automatismo frente al movimiento de la vida. El delirio paranoico se afirma y conquista. Es la acción surrealista lo que trasvasa el sueño y el automatismo a lo concreto; el delirio paranoico es la misma esencia surrealista y se alimenta con su propia fuerza.

El Surrealismo es un movimiento literario y artístico nacido en Francia, en 1924, e impulsado por André Breton entre otros, quien mantuvo, en un principio, contactos con Dadá. Algunos de sus representantes fueron Max Ernst, Paul Klee, Max Ernst, André Masson; Hans Arp y Dalí. Esta tendencia intentaba traducir plásticamente las imágenes de procedencia psíquica, reconstruir el mundo de los sueños y reflejar el inconsciente. Perseguía la liberación de las fantasías concientes y de la imaginación, y la libertad del artista en relación a la racionalidad. Reconstruía el mundo de los sueños y produjo innumerable cantidad de obras, a veces, de carácter bizarro.

A las seis en punto sonó el timbre de la puerta…Tuvimos la sorpresa de descubrir que nuestras opiniones eran igualmente opuestas, y por las mismas razones, a las teorías constitucionales aceptadas entonces casi unánimemente. Partió con la promesa de que mantendríamos un contacto constante y nos veríamos periódicamente. Después de su partida, me puse a pasear por mi estudio intentando reconstruir el curso de nuestra conversación y sopesar más objetivamente los puntos en que nuestros raros desacuerdos pudieran tener verdadera importancia. Mas cada vez estaba más perplejo por la manera, más bien alarmante, como el joven psiquiatra me escudriñaba el rostro de vez en cuando. Era como si el germen de una extraña, curiosa sonrisa quisiera entonces transparentarse en su expresión. ¿Estaba estudiando los efectos convulsivos, en mi morfología facial, de las ideas que agitaban mi alma? Encontré la respuesta al enigma cuando fui a lavarme las manos. Pero en esta ocasión lo que me dio la respuesta fue mi imagen en el espejo. ¡Había olvidado quitar de mi nariz el cuadradito de papel blanco! Durante dos horas, había discutido cuestiones del carácter más trascendental en el tono de voz más preciso, objetivo y grave, sin darme cuenta del desconcertante adorno de mi nariz. ¿Qué cínico habría podido representar concientemente este papel al fin?

Existen otras versiones del mismo episodio, no contadas por Dalí y que señalan a éste, en una clara posición provocadora en relación a Lacan. En ambas anécdotas, Lacan recoge el guante, “jugando” la propia táctica del pintor. Por otro lado, sabemos que el gran psicoanalista francés era una persona sumamente amable y es entonces que a este rasgo de carácter se le suma la rápida resolución de lo que parece ser sorprendente.

Nadie mejor que Lacan para hacerle frente a lo real de un encuentro.

3. El Nombre Propio en la dimensión estética

Una creación de arte, una escultura, una pintura, un texto, un poema, un acorde musical, un film u otra expresión, es un relato subjetivo, una ficción propia de la naturaleza humana.

Un autor, que quizás deje de ser anónimo, relata un fragmento de su historia en la representación elegida.

Su mundo de representaciones resultará enigmático para un semejante, puesto que la dificultad se encuentra en la diferencia que una representación singular provoca.

La representación singular es la expresión de una diferencia que se dirige a un otro.

Una respuesta al vacío, a lo invisible, a lo que a nadie antes se le ocurrió, a la alegría, al horror. Es, fundamentalmente, la modalidad, la característica, lo que llamamos creación artística, es decir, la transfiguración de un lugar común.

Un lugar inventado, nuevo.

El arte produce impresiones y expresiones que inciden en la sensibilidad y permiten la afluencia del deseo: eso que es tan íntimo en cada uno de nosotros, y que nos aleja de lo inquietante, de lo siniestro, o al menos, provoca un intento de mantener a distancia el horror de aquello que nos resulta difícil comunicar.

La mayoría de las personas denomina a este proceso, angustia.

El poder de síntesis que está en función de la siguiente argumentación, se desplaza a una obra de arte considerada como el relato de un fragmento de historia subjetiva, que puede responder o no, a la tendencia de un pensamiento de la época.

Cuando se provoca una ruptura en el modelo temporal, hablamos con seguridad, de un cambio de paradigma, entendiendo este último, como un antes y un después de lo que se muestra, de lo que se da a ver.

El arte no satisface, genera agujeros, requiere de sedimentos.

No se lleva bien con la prisa.

Alguien experimenta una representación posible que le pertenece. Seguramente esa, provocará un cambio a quien será testigo con su mirada.

La obra-en-sí logrará su objetivo: para ese espectador, ya nada será lo mismo.

Para su creador, será un breve momento de satisfacción o una huida de sus sentimientos.

En el eje del tiempo se produjo un efecto de devenir a instante.

Devenir: provocado por el artista en la construcción de su obra, en la duración de ella, en su transcurrir.

Instante: de la mirada que se ubica en el testigo, en el espectador. En su captura.

Y por sobre todas las cosas, la invención del Nombre Propio del artista: no hay “movimientos artísticos” sino singularidades excluyentes.

Estos dos conceptos, devenir e instante, pueden invertirse en su producción, también confluir en un proceso dialéctico: instante-devenir, ubicando dicho eje temporal del lado del artista.

Ello se comprende de una manera sencilla y definitiva: el arte avanza y genera mundo.

La obra de un artista merece ser tenida en cuenta, porque en ella se ha invertido un tiempo de construcción, que es único en cada uno de nosotros. Un tiempo que se desplaza al respeto de la contemplación del otro, y no, para que éste encuentre fallas, defectos, errores, falta de técnica, etc. o sólo virtudes.

Un tiempo que escribe y permite contar, ser contado y contarse.

Fragmentos o piezas que se encuentran, no siempre originales, pero sí legítimas


Notas

* Carlos Gustavo Motta es psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
** El artículo posee todos los Derechos Reservados y cualquier ampliación puede ser solicitada a [email protected]

Bibliografía

  • S. Dalí. Obra Completa. Vol I y Vol. II. Textos autobiográficos. Fundación Gala Salvador Dali. España.
  • S. Freud. Obras Completas. Editorial Amorrortu. Buenos Aires. Argentina.
  • J. Lacan. El Seminario 3. Las psicosis. Ed. Paidós.
  • J. Lacan. Ecrits. Ed. Seuil.
  • C. G. Motta. “…en el cielo y la tierra…” Estudio sobre el proceso creador. Editorial Grama. Buenos Aires. Argentina. 2005.
  • C.G. Motta. Psicoanálisis Líquido. Editores Contemporáneos. Buenos Aires. Argentina. 2009.
  • E. Roudinesco. La batalla de los cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (tomo 2) –1925-1985– Ed. Fundamentos. España

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