El peso de nuestras elecciones más allá de las elecciones

El peso de nuestras elecciones más allá de las elecciones

El sufragio popular es un atributo del pueblo para delegar a sus gobernantes, a sus representantes, a quienes nos representan en un país donde la democracia por su clásica definición, es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Pero no se eligen sólo a las autoridades políticas.

Se elige a lo largo de toda nuestra vida: si bien los padres que tenemos nos tocan en suerte y con eso tenemos que saber-hacer, en algún momento y como hijos, los adoptamos, los elegimos. Elegimos a quienes nos hacen sentir bien y qué complicado resulta hacerlo cuando de asuntos amorosos se trata.

¿Cómo escoger? Es el interrogante que nos ocupa y Freud para responder tiene en cuenta dos escenas en la obra de Shakespeare. Una es en El mercader de Venecia donde su protagonista, Porcia, debe elegir como esposo al que escogiera el cofre adecuado entre tres que se habían colocado frente a los candidatos. Los cofres habían sido construidos de oro, plata y plomo respectivamente. Dos cortejantes fueron descartados después de elegir erróneamente los de oro y plata, pero el tercero, Basanio, elige el de plomo y de este modo, gana el derecho a casarse con Porcia (quien, por otro lado, ya lo amaba antes de la prueba).

Shakespeare no fue el inventor del oráculo de la elección del cofre, sino que lo tomó de un cuento de la Gesta Romanorum, recopilación medieval de relatos de autor anónimo, en el cual una joven tiene que hacer la misma elección para contraer matrimonio con el hijo del Emperador. También en este caso, el tercer metal, plomo, trae la fortuna a quien lo elige. Aquí es el tema de lo humano y de la elección que un sujeto establece.

Idéntico contenido refiere en segundo término Freud en El Rey Lear, otro texto shakespeareano, en donde Lear decide dividir, en vida, su reino entre sus tres hijas y al hacerlo deja a Cordelia una de estas hijas, situada en una incómoda posición, con resultados dramáticos para él y todo su reino.

En los cuentos infantiles, por ejemplo en Cenicienta, es a ella quien el príncipe prefiere en relación a sus dos hermanas crueles.  En el relato popular de los Grimm Los doce hermanos, se hace referencia a una mujer que durante siete años elige guardar silencio para salvar a sus hermanos. Freud interpreta que siempre se reproducen en estas disyuntivas, las tres formas de la representación materna: la madre, la esposa y la Madre Tierra que aloja después de la muerte. Elección y pérdida van de la mano.

Todos son argumentos en sí mismos que exigen una elección de parte de una persona y como se observa en los ejemplos de Freud aquí citados, hay una elección y no todas las elecciones. La indecisión entonces, se encuentra en el límite de la inhibición y ésta sustrae a la persona de un lugar posible a ocupar donde el umbral de la pérdida se halla siempre presente.

Volviendo a lo político (quizás nunca nos fuimos de ese rumbo) lo que depende de cualquier elección se encuentra entre lo que nos conduce a la servidumbre o la libertad, a las luces o la barbarie, la prosperidad o la miseria. Es por eso que al tener el pueblo, nosotros, ese poder inmenso que es el votar, nos conduce a ser decididamente responsables de lo contrario, estamos condenados a ser eco de reproches sin sentido buscando en otros la culpa que nos exime de nuestros actos.

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