Debate político de la cultura

En el marco de la dicotomía entre cultura y civilización, no existe una clase especial o un grupo de personas cuya tarea consista en la creación de significados y valores. Nuevas complejidades resitúan el mapa histórico y provocan cambios semánticos.

En la década del ’50 Raymonds Williams tiene en claro una posición frente a la cultura y sus conexiones que permiten establecer un posible cambio social: fenómenos culturales y socioeconómicos agregando el ímpetu de la transformación de un mundo de posguerra. Aparecen por consiguiente, nuevas complejidades de la vida cultural que en la obra de Williams resitúan el mapa histórico y su desarrollo reunidos en la transformación de significados incluyendo los de la industria que provocan transformaciones semánticas que muestran reacciones por los intensos cambios sociales. Matices que habían surgido en la Revolución Industrial y se prolongaban a la implantación de un orden capitalista hegemónico por Inglaterra.

La cultura para Williams es de todos: no existe una clase especial o un grupo de personas cuya tarea consista en la creación de significados y valores, bien en sentido general, bien en el sentido específico de las artes y el conocimiento. En oposición a la idea de una minoría que decide lo que es cultura y luego la difunde entre “las masas”, Williams propone la comunidad de cultura donde la cuestión central consiste en facilitar el acceso de todos al conocimiento y a los medios de producción cultural.

No se trata entonces de una concepción basada en un principio burgués de relaciones sociales sustentadas en la supremacía del individuo, sino en el principio alternativo de solidaridad al que Williams identifica con la clase trabajadora.

El discurso de Williams se dirige, a lo largo de su obra, deconstruyendo esta dicotomía entre cultura y civilización y sus oposiciones correlativas entre mundo espiritual y mundo material, creatividad y mecanicismo, gran arte y vida ordinaria, una obra superadora donde la Cultura es situada lejos de la vida material y donde encuentra su significado. Williams contribuye a la percepción materialista de la cultura donde los bienes culturales son resultado de medios, ellos mismos materiales de producción, que van desde el lenguaje en tanto que conciencia práctica hasta los medios electrónicos de comunicación que concretan relaciones sociales complejas abarcando a instituciones, convenciones y formas.

Definir cultura es pronunciarse acerca del significado de un modo de vida. Edward Said recuerda que la cultura es el campo de batalla en el que las causas se exponen a la luz del día y luchan unas contra otras. Estos argumentos echan por tierra las pretensiones de neutralidad y de inocencia de la cultura y asimismo estrecha la noción de lo político reducido a una práctica cultural y a la defensa del particularismo de diferencias culturales que provocan estridentes movimientos culturales posmodernos con el sentido, en el horizonte, de articular cambios sociales en la dirección de sus intereses.

Por su parte, Pierre Bourdieu articula actitudes en un espacio social donde las posiciones subjetivas conforman un sistema relacional basado en intereses significativos y deseados por quienes los ocupan. El concepto de “habitus” está relacionado con el gusto. Habitus es una especie de gramática de las acciones que sirve para diferenciar a una clase (por ejemplo la clase dominante) de otra (la dominada) en el terreno social. En su ensayo La distinción, Bourdieu se refiere a “habitus” como un sistema de esquemas para la elaboración de prácticas concretas.

Así, si el buen gusto -afirma el autor- implica que el catedrático de universidad va a preferir El clave bien temperado, de Bach, mientras que los trabajadores manuales y funcionarios de clase media preferirán El Danubio azul, la validez del buen gusto se ve minusvalorada sólo cuando se revela que el catedrático es a su vez hijo de otro catedrático que poseía una colección privada de arte y cuya esposa era buena música aficionada. El catedrático es alguien que no sólo ha alcanzado ciertos logros en el campo de la educación, sino que ha heredado un capital cultural. Es decir que, en casos concretos, el entorno familiar puede suministrar un gran volumen de conocimientos, comprensión y “gusto” que no sólo se aprende formalmente sino que se adquiere de forma inconsciente.

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